De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

miércoles, 23 de junio de 2010

Hay heladez

El hombre es un animal de costumbres. Se adapta –tarde o temprano- a todo, o a casi todo. Busca en definitiva la forma de empatizar con su entorno por el simple hecho de no vivir como paria, de no morirse solo como un perro.
Alejo Bayote se creía acostumbrado a todo, pero no. Llegó el frío a Sudamérica y se le vino la noche. Sin luna.
El yucateco que vive en Buenos Aires cursa su tercer invierno en la capital argentina y no escarmienta. Cada año, cuando el otoño se despide para darle la posta al invierno, Alejo Bayote muta. Literalmente. Cuando llega abril o mayo su humor cambia por completo. Deja de ser ese caribeño divertido, ocurrente -medio burlón y cínico- con el albur siempre a flor de piel. También se le olvida un poco el acento aporreado y los ojitos se le ponen tristes.
La piel porosa del meridano se vuelve escamosa y si fuera metrosexual se cubriría de cremas, pero no. Le gusta sufrir y aparentar ante todos que es víctima del frío. Porque si hay algo que Alejo Bayote no pierde con el invierno es su capacidad histriónica para ser víctima de su circunstancia: la de estar en el helado fin del mundo.
Cuando amanece (a eso de las 10 de la mañana para Bayote), el yucateco atina a sacar una mano de entre las frazadas para alcanzar el control remoto. Entonces enciende la tele y sintoniza Canal 7. No es para ver la programación de la presidenta Cristina, sino para visualizar los numeritos que aparecen abajo en la pantalla: la temperatura. Y ahí empieza su vía crucis.
Su pequeña retoña lo arranca de las sábanas con el grito diario de “¡Papi, haceme la leche!” Y ahí sale el hombre de la cama, agarrotado de frío, rumbo a la cocina. Regresa tiritando, con el vasito de los Backyardigans calentándole la palma de las manos. Se lo da a la pequeña Bayote, y se escurre otra vez rápido entre las sábanas, ahora un poco frías (siempre olvida de cerrar la cama cuando se levanta).
Si sus movimientos durante el año no son hiperquinéticos, en invierno sólo quiere dormir, tapado hasta las orejas. Hibernar, le dicen. El domingo pasado, por ejemplo, empezó el invierno en estas latitudes. Amaneció con 2 grados pero, como era día de descanso, todos se quedaron en la cama, sin asomar los hocicos. Sin embargo, hacia el mediodía, la pregunta se hizo evidente: ¿Qué almorzamos? Había que salir a buscar provisiones. “Yo no voy ni a la esquina” , respondió tajante el meridano. Durante los meses previos a la llegada del invierno, Bayote se arma de un sabio colchón de grasa que lo mantendrá proteico para las épocas difíciles que ya se avecinan.
Ese mismo día, el termómetro trepó por la tarde a 8 grados y salió el sol. Su hija y su prima, ambas de cuatro años, pedían a gritos ir un rato a la placita. La respuesta de Bayote volvió a ser tajante: “Yo de aquí no me muevo”. Y no sólo eso: acusó a su joven esposa de sacar a las niñas con ese frío: “¡Tas quedando loca, mujer, se van a helar las niñas!”, le gritó sin reparos, mientras su voz se escurría por debajo de los edredones.
Pero no todas son pálidas para el yucateco. Hay que valorar los avances que hizo en estos tres años. Por ejemplo, ya no le escapa a una ducha caliente como al principio cuando pensaba que, si se bañaba, pasaría más frío. También aprendió a cambiarse las medias cuando siente los pies helados, se quita el abrigo si entra a un lugar con calefacción y ya no duerme con bufanda. Eso sí, nunca se aparta de sus calzoncillos largos (que usa debajo de los jeans) ni deja de tener sueños de los lindos en los que despierta por los sacudones que su hijita le da a la hamaca pidiéndole que se apure, que es domingo y que se hará tarde para comprar unos sabrosos sándwiches de cochinita.

La obra que ilustra el post no tiene título y es de Alejandro Cervera.

3 comentarios:

  1. Brrr. Debe ser terrible vivir ahora por allá. Aquí hemos tenido cuarenta grados en los últimos días !!!
    Después de todo tienes un buen marido eh!! Uno así lo encuentras más fácil en Yucatán ja ja ja

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  2. Si somos animales de costumbre!!
    pero quien no quisiera estar ahora sentado en algun lugar del caribe?!!?
    Lo unico grandioso de este frio es el chocolate que no esta derretido en los kioscos!! :)
    Que grande Alejo! Esta es una buena epoca para hacer las tortillas asi no extraña tanto!

    Agus

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  3. Yo estoy en uno de los hoteles en el centro en Buenos Aires, y la verdad no siento que el frío sea taaaan terrible!
    Con una polera, otra más arriba y una campera está perfecto!
    Y como dice Agus, comer chocolate o tomar chocolate caliente es una de mis actividades favoritas!
    Saludos a todos!

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