De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

viernes, 18 de marzo de 2011

Te canto las 39

Con la mirada torva
de ojotes congestionados,
la cabellera piojosa,
los pezones agrietados.
Aunque me sobren kilitos
del nacimiento del niño,
poca mella ya me hacen
esas cuestiones de facha,
prefiero lucir entera
de la cabeza pá dentro
Y no casi convertida
en la bruja Cachavacha.
No quiero ser una mina
amargada y criticona,
con el rictus para abajo
y la espalda jorobada
de tanta chinga que carga
eso sí es una cagada.
Por eso hoy 18
que cumplo los 39,
a un paso de los 40
y con casi medio siglo,
no es que me sienta la Bündchen
Ni mucho menos la Woolf.
Quiero estar bien relajada
con las antenas atentas
a todo aquello presente
que me de felicidad.
De lo pasado he aprendido
y lo futuro me pica
con tanta saña malsana
que la ansiedad me carcome,
pero hay que bajar un cambio
eso es lo aconsejable.
Y así voy por la vida
empujada por el viento
en puro “Tránsito perpetuo”
como dice por ahí un blog.
Junto a un tipo que merece
de mi todos los piropos,
una niñita de cinco
de la que estoy “‘namorada”
y otro aún más pequeñito
que ya me mira embobado.
Un Bayote, un Coquito
y un Pipino del amor
¿Qué más pedirle a la vida?
Mucho más, de eso no hay duda
pero como cantaba un tal Piero
hay que ir “Manso y tranquilo”
pa`disfrutar de lo lindo
y aprender de lo feo.
Por lo pronto hoy me tomo
un vinito a mi salú
y que se vayan las penas
a ladrarle a otro perro...

(La ilustración es de Cebolla)