De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

domingo, 7 de noviembre de 2010

Hasta el infinito... Y más allá...

Para Agus,
con mi corazón despanzurrado.

Desde hace días, pulula en la red un mail que habla de las diferencias entre un amigo y un amigo argentino. Para los sudacas, acostumbrados a una forma bastante desbocada, excesivamente fraternal y ruidosamente atropellada de sentir a los cuates, el mensaje fue, en rasgos generales, aceptado por la mayoría a los que consulté. Y es que, en algún punto, tuvimos o tenemos un amigo así: parte total de tu vida, como un hermano de corazón, bah… El mail es largo pero resalto algunos puntos:

Un amigo te pregunta ¿Cómo estás?
Un amigo argentino te dice que te ves bien, te abraza y te besa.
Un amigo te pide algo prestado y te lo devuelve a los dos días…
Un amigo argentino te pide algo prestado y a la semana se olvida que no es suyo.
Un amigo te ofrece el sofá para que duermas.
Un amigo argentino te brinda su cama, se acuesta en el suelo... Y no te deja dormir en toooooda la noche conversando contigo.
Un amigo toca a tu puerta para que le abras.
Un amigo argentino abre la puerta, entra y después te dice: ¡Llegué!
Un amigo te pide que le hagas un café.
Un amigo argentino pasa a la cocina y monta la cafetera y hasta le pide azúcar a una vecina si no tienes.

Miren cómo será el asunto que tenemos un día para festejarlo. El “Día del amigo” es el 20 de julio y, aunque todavía no es feriado nacional (nunca se sabe…) es un momento sin duda para “venerar” el sentido de la amistad, algunos más literalmente que otros, claro.
…Y no exagero. Tuve la oportunidad de vivir en México durante seis años y el concepto de amistad es distinto, con más reservas y distancias, sin tanta entrega. En definitiva: Ni bueno ni malo; diferente.
Por cierto Oscar, un amigo español de nacimiento e itinerante de corazón, vivió en Argentina y allí hizo muchos amigos del alma (mi esposo mexicano, entre otros) y coincide en la “pronta y total entrega” de la amistad argentina. Ojo, esto siempre lo sorprendió porque en su país no es así la cosa, aunque cada vez que tiene oportunidad de ver a sus "hermanitos" del Sur, lo disfruta a pleno.
Hace una semana exactamente, un amigo argentino se disponía a salir con otros amigos coterráneos. Iban a comer un asado. Estuvieron por la tarde juntos, toda la noche, hasta la madrugada. Cuando ya había amanecido, el grupo se despidió. Dos de ellos se subieron a una moto y transitaron las calles porteñas, recién amanecidas, con el sol subiendo despacito. Linda hora para andar, para transitar la ciudad que nace de nuevo.
Pero no. En una esquina que pocos querremos transitar de nuevo, los esperó lo más inesperable. Y el amigo Matías –que conducía la moto- no pudo con su vida y el golpe del choque lo mató. Por su parte, el amigo y copiloto Guillermo todavía da pelea desde una cama de hospital.
El mail que leí sobre los amigos argentinos finaliza con que “un amigo argentino es para toda la vida”. Hasta hace unos días yo no coincidía con este final porque uno pierde indefectiblemente gente querible a lo largo de los años (por peleas, distanciamientos o vaya a saber qué), pero con la muerte de Matías –hermano de Agus, una gran amiga mía- la historia se me cambió y me di cuenta que no puedo generalizar.
Porque Maty ya no está, pero un ejército de amigazos lo fue a despedir hace una semana y le recuerdan constantemente y de miles de formas su cariño a la familia que sufre una pérdida tan absurda. Y lo seguirán haciendo, sin dudas.
…Y dicen los que lo conocían como la palma de su mano que Maty se fue… pero no. Anda por acá cerquita, pendiente de la salud de Guille, esperando que se mejore pronto porque esas cosas hacen los verdaderos amigos argentinos: llenos de un cariño porfiado, celoso, un tanto sobreprotector y descomunal, capaz de quererte hasta el infinito… Y más allá.


¡Buen viaje, Maty!