De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

domingo, 15 de agosto de 2010

"San Roque, San Roque, que este perro no me toque"

Dicen los que saben (y los que no también) que los perros son capaces de oler el miedo. Es por eso que si usted le teme a los canes, infle el pecho y ponga cara de nada si pasa cerca de uno con aspecto de pocos amigos. Si no falla, no lo muerden.
Cuando Alejo Bayote traspasó el viernes pasado las puertas de la oficina de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) de México 270, se sintió en medio de una jauría. Los empleados públicos, llenos de desidia y hambrientos de fin de semana, tenían ganas nulas de atender –bien o mal, no importa- y el pobre yucateco estaba ahí, sentado, esperando como cualquier hijo de vecino que le aprobaran un trámite, el trámite: la licencia por maternidad de su mujer…Y para colmo afuera hacía frío.
Una semana atrás, para ser exactos, la joven sudamericana -quien carga el segund@ hij@ de Bayote en sus entrañas- se había acercado a las oficinas de la ANSES sin demasiado éxito. Los cinco empleados que la atendieron le dijeron lo mismo:
“Si usted anota a este hombre como padre de su hij@, debe acercarse indefectiblemente con el acta de matrimonio o de convivencia, sino no tendría que haber escrito sus datos”.
“Pero no la traje y acá no dice en ningún lado que no se debe anotar al padre si no se trae el acta”- argumentó, gritó, imploró y hasta lloró la esposa de Bayote.
Después de muchas vueltas y varios escalafones de la administración pública, la respuesta de tribunal inquisidor fue la misma: “No podemos hacerle el trámite, tiene que regresar con los papeles que le pedimos, sino no cobra”.
Era como pelear contra molinos de viento. Finalmente y como el horario laboral no le permitía regresar a la oficina de la ANSES, la sudamericana delegó el trámite a su esposo quien al principio, en un acto de arrojo de macho protector, gritó a los cuatro vientos que él hacía todo, que ya verían esos patanes de la administración pública sudaca quién era Alejo Bayote, y ¡Bla, bla, bla!”. Después, cuando vio cómo venía la mano, se arrepintió.
Pero tuvo que ir igual. No había opción.
Cuando entró en la oficina pública, lo primero que Bayote deseó con todas sus entrañas, es haber sido atacado por los jíbaros ya que su intención era pasar desapercibido entre tanta “cabeza de lápiz” (como él le dice a las cabezas argentinas). La suya, mucho más grande que el promedio sudaca, llamaba notoriamente la atención y enseguida pensó: “Seguro que me ven aspecto de extranjero y me chingan”. Estaba aterrado.
Mientras esperaba largos minutos para ser atendido, trató de distraerse pensando en cualquier cosa, hasta que escuchó que mencionaban un nombre familiar. “Yo a esa la conozco”, pensó ¡¡¡Sí, era su mujer!!! Y también su turno de ser atendido.
La cosa no fue fácil. Vinieron muchas preguntas, miradas desconfiadas, largos e incómodos silencios, consultas con otros empleados y un gran palo en la rueda: el pedido de un papel –innecesario, claro- que Bayote no había llevado. Ahí la adrenalina comenzó a correr vertiginosa por sus venas y el yucateco sentía que se encendía. La empleada, una joven transformada ahora para el extranjero en un rottweiler que desconoce hasta a su dueño, lo miraba con ojos amarillos, mientras mostraba los colmillos.
Entonces Bayote pensó que lo mejor era correr antes de ser mordido o fingir paz y armonía física y mental. Pensó en la primera opción y la descartó inmediatamente, ya que su mujer terminaría atacándolo como un dogo si no volvía con el trámite terminado. Entonces respiró profundo y puso cara de: “Pídeme lo que quieras, estoy a tu disposición, voté por Cristina aunque soy extranjero (lo hice con el corazón), admiro tu trabajo, ¿qué hace una chica tan linda detrás de este mostrador?”
Y el fin justificó los medios. La joven rottweiler volvió lentamente a su apariencia humana, puso la firma, tres sellos y entregó la licencia por maternidad autorizada.
Como buen cronopio, Bayote salió a la calle y cantó “Catala, catala”, feliz porque salió ileso de las fauces de la temible administración pública sudaca, a la que logró hacerle “pito catalán” sin necesidad de salir corriendo.

domingo, 1 de agosto de 2010

Princesas hasta en la sopa

Ayer fuimos víctimas de tres intentos infructuosos para esconder el regalo del Día del Niño.
La primera vez, nuestra hija Julia vio a su papá dirigirse afanosamente al lavadero con un paquete grande y ruidoso, que pretendía colocar debajo de la pila de ropa sucia. Las otras dos veces la niña directamente descubrió el escondite.
Fue agotador porque todo ocurrió en un mismo día. Prefiero pensar que no somos idiotas para elegir escondites, sino que ella es demasiado inteligente para descubrirlos.
Después de intentos tan fallidos (su último hallazgo lo hizo a las 9:30 p.m. y se aferró al paquetote con uñas y dientes), decidimos adelantar la fecha del Día del Niño, programada socialmente para el domingo 8 próximo. Julia había pedido la caja “Juliana princesas y hadas”. Traducción: Un cubo de plástico rosa rabioso que contiene una coronita, cetro, capa, prendedor, aros, labial, pintura de uñas, sombras, etc. Desde ese momento la pequeña se transformó en una princesa con poderes de hada, que con su cetro (transformado por ella en una varita mágica) puede hacer hechizos y encantamientos.
Una hora después logramos que se fuera a dormir sin la capa, aunque con la corona, la varita mágica y el prendedor encima. A los veinte minutos la fuimos a ver y estaba dormida, abrazada a la gran caja rosa.
A las 9 a.m. escuché que la valija de plástico se abría y se cerraba alrededor de 12 veces seguidas. Al rato hizo su entrada triunfal en nuestro cuarto Julia, toda pintada y vestida de princesa, claro ¿A quién se le ocurre pensar que una monarca no amanece con la coronita puesta?
En fin, desde anoche vivimos con una princesa. Según ella, yo soy la reina, su padre es el rey y el hermanit@ que está en la panza es el “principecito”. Por su parte Marty, el felino de la casa, es “el gato bestia”, que acecha los alrededores de su castillo (una carpa maltrecha de Winnie the Pooh) “para atacar de día y robar de noche” (sic).
Cada vez que sale del castillo para buscar algo que olvidó, Julia traba la entrada con una silla rosa que se convierte en un cocodrilo feroz, cuidador de su mansión (ver foto).
Voy a ser franca, no me enloquece que Julia desfallezca por las princesas pero, ¿Cómo escaparle a este mundillo? Desde que son pequeñas, las mujeres son acribilladas con información que llega de toda forma y en variados envases sobre Aurora, Blancanieves, Arielle, Jazmín, Bella, Cenicienta, etc. El color rosa hechiza las pupilas de las pequeñas y no hay nada que les guste que no tenga a alguna de estas féminas para gusto de cada quien: la rubia, la morena, la pelirroja; con vestido rosa, amarillo o celeste..., en fin.
Es una batalla casi perdida. Sin embargo hay detalles en el gusto de Julia por las nobles chicas que me reconforta. La historia de “Holidays On Ice” que más le gustó fue la de “La Bella Durmiente” ya que, en el musical sobre hielo que vimos en días pasados, aparece la bruja malvada convertida en dragón, que prende fuego el mismísimo hielo. El príncipe Felipe logra derribar a la bestia con su espada y así, luego de un beso largo, despertar a su amada.
En las otras historias preguntaba “¿Y la bruja cuándo aparece?”, sin éxito, ya que sólo se tuvo que conformar con las hermanastras medio bobas de Cenicienta.
También me gusta que sea una princesa-hada, medio brujita también, ya que anda con su cetro-varita, hechizando a toda la familia. Ni el gato se salva.
Otra cosa que me encanta es su conciencia social, de citadina, convertida en la metáfora del “gato bestia”, que ataca de día y roba de noche. Así como también el cocodrilo-silla, que vela por el reino. Realmente ¿Qué princesa se preocupa hoy en día de las cosas que pasan en el mundo?
Y aunque no me de el cuero para otro regalito, el domingo que viene tendrá un presente muy especial: un libro de cuentos de los Hermanos Grimm, para que conozca las verdaderas historias de las princesas, que su papá y yo le leeremos con todo el placer del mundo.