De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

jueves, 26 de enero de 2012

Hoy somos todos cronopios


(El texto que sigue abajo lo escribí para el fin de curso de preescolar de Julia, en diciembre pasado. No lo pude leer porque la emoción me jugó una mala pasada. Se los pasé a los papás por mail y ahora -tarde pero seguro-lo comparto con ustedes. Ojalá les guste).


HOY SOMOS TODOS CRONOPIOS


Dice el escritor Julio Cortázar en “Educación de Príncipe”:

“Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá istas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de respetuoso homenaje”.

Hoy somos todos cronopios.

Cronopios a los que les cuesta horrores decir adiós, porque no nacimos para despedirnos y cuánto más viejos nos ponemos, la cosa empeora.

Hace cinco o seis años trajimos al mundo a estos cronopitos: personitas suaves y tiernas, con olor a leche tibia, de sueño liviano y llantitos incomprensibles.
Los ayudamos a crecer al calor de nuestro pecho, les enseñamos todo lo que pudimos y cómo pudimos y ahora, de golpe y porrazo, esos cronopios son grandes. Los más grandes.
En una vida que supera apenas el lustro, estas personitas se llevan también mucho del jardín, donde pasaron, en la mayoría de los casos, gran parte de sus vidas. Más allá de aprender lo estrictamente escolar, conservan tres tesoros gigantes e invaluables: horas de juego, el cariño de las seños y un montón de amigos.
Y como no sabemos todo aunque seamos grandes, ellos también nos enseñan a nosotros, sus papás, a diario un montón de cosas.

-Gracias a ellos aprendemos que lo importante no es estrictamente lo que creemos, sino otro montón de cosas que caben en un abrazo, un sonrisa o una ocurrencia dicha o hecha en el momento preciso.

- Nos enseñan que, en el momento menos pensado, nos podemos transformar en princesas o reyes, Messis o superhéroes. Sólo nos basta un abrir y cerrar de ojos.

-Son un ejemplo a seguir porque no juzgan al “divino cuete”, como muchas veces hacemos los adultos. Así de chiquitos que son, saben que eso sirve poco y nada. Es mejor usar ese tiempo para cosas más importantes como jugar, ver tele, disfrutar de un cuento antes de dormirnos o tomar un helado a la tardecita.


-Y aunque nosotros mismos les enseñamos que “hay que compartir”, muchas veces ellos nos muestran que caemos en contradicciones cuando hacemos todo lo contrario y sólo nos encerramos en nuestro mundo. Ellos todavía pueden entrar y salir de ahí cuando les da la gana.

-Y también saben que discutir no nos lleva muy lejos porque no siempre resuelve situaciones. Tenemos que aprender a ponernos de acuerdo, a ceder, a negociar, a plantear alternativas. Primero por nosotros y luego por ellos. Siempre hay chance de mejorar todo, aunque nos cueste creerlo.

-Y si creemos que les damos tiempo de calidad y ellos todavía nos reclaman atención: cuidado. No sólo la calidad cuenta, la cantidad también y ellos lo saben perfectamente.

BAILEMOS CON ELLOS, CANTEMOS JUNTOS, SALTEMOS CHARCOS, CONTEMOS ESTRELLAS, INVENTEMOS FIGURAS CON LAS NUBES, DISFRACÉMONOS, JUEGEMOS AL VEO VEO, PATEEMOS PENALES ETERNOS, PASEMOS MUCHAS RISAS CON NUESTROS HIJOS… Porque el tiempo pasa volando, porque ayer nacieron y ya terminan el jardín, porque antes necesitaban de nosotros para todo y ahora, cada día, son más independientes y sabios.

Felicidades, queridos cachorros. Terminan una etapa maravillosa para empezar otra llena de emociones.
Y como hacen los cronopios, nos inclinamos ante ustedes con profunda emoción y alegría para expresarles con palabras grandilocuentes todo lo que sentimos:

LOS AMAMOS CON TODO EL CORAZÓN.

Cecilia
(Mamá de Julia).
16/12/2011.