De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

jueves, 6 de enero de 2011

Jamaica no problem



El 1 de enero de 2011 me desperté con el pendiente.
Con el sueño interrumpido, me senté en la cama de un saltito y le dije a Alejo Bayote:
“Uy, este fin de año me olvidé de quemar la lista de cosas que no quiero para 2011”.
Abriendo apenas el ojo izquierdo, me respondió con la mitad de la boca hundida en la almohada:
“No importa, ya no lo necesitas hacer, ¡Qué bueno!”.
¿Sería algo bueno?

Dicen que el fuego purifica. Entonces, desde hace una década y cada fin de año, hago una lista de cosas que quiero que se vayan con el año viejo. Por ejemplo, una “clásica” de mi listado es la “ansiedad”, mal que me acompaña desde que tengo uso de razón y que, recién con los años, la experiencia adquirida y unas cuantas horas de terapia, intento controlar.

Pero este año no. Ni se me cruzó la idea del listado por la cabeza. Es que el año viejo se vino con todo para nosotros y terminó con broche de oro: el nacimiento de Martín –el 27 pasado- nuestro segundo hijo y hermano menor de Julia, de casi cinco años.

O sea, para vísperas de Año Nuevo, mi mente estaba envuelta en una vorágine de pañales cagados, excesiva oferta de leche materna para la libre de demanda de Martín, de sólo cuatro días, pedidos de Julia, cena, baño, agua, calor…¿¡Cómo me iba a acordar de la listita?!

Y entonces sonaron las 12 de la noche. Los hijos –niños de sueño pesado- dormían a pesar de los cohetes y fuegos artificiales, y Alejo y yo salimos al balcón, a ver el espectáculo de luces. El cielo de Villa Pueyrredón se había puesto de día, lleno de colores chillones. Brindamos con un vasito de champagne, emocionados hasta la risa porque las burbujas se me fueron por la nariz luego de emotivo discurso por la vida juntos, el amor, los hijos y lo que vendrá.

Entonces y a la mañana del año nuevo, entendí porque se me olvidó la listita.

Ya no quiero quemar cosas feas, prefiero aprender a vivir con ellas porque forman parte de mí, aunque me pese.

Y ahora quiero despertarme todas las mañanas con un reggae en la cabeza (Escuchen “Percussion baby”, tema de Luca Prodan, ¿no les suaviza la vida?).

También quiero aprender a no “ahogarme en un vaso de agua” porque, en el fondo, sólo sentimos la sensación de ahogo, porque el agua nunca pasa del cuello y siempre, siempre baja.

Quiero quitarme años de encima, pero no con una cirugía. Prefiero hacerme chiquita como Julia y como Martín, para volver a ver la vida con los ojos de un bebé y de una niña.

Y quiero sentir como ayer y como hoy que Bayote es el mismo tipo que conocí hace casi 11 años, -que es un montón de tiempo por cierto- pero a la vez “parece que fue ayer”… Esa cosa mágica que tiene el amor, dicen…

También quiero hacer cosas que me hagan feliz, disfrutar más de todo, porque si yo estoy bien, estaré bien con el resto. Quiero, en definitiva, que la EMPATÍA sea una de mis palabras preferidas y más usadas en 2011.

Así que adiós listita y bienvenido ese reggae de paz y amor cada amanecer.
Y si me olvido, háganmelo saber.

Chau, me voy a ver si los Reyes se comieron el pasto y se tomaron el agua que dejamos anoche en el balcón de nuestro cuarto piso :)