De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

jueves, 15 de julio de 2010

De preguntas y respuestas

“¿Y cómo matan al pollo para que después nosotros lo comamos? ¿Con una pistola o una escopeta? ¿Y por qué no se escapan los pollos para que no los maten?”
Las preguntas las hace Julia, mi hija, de cuatro años y cinco meses, mientras hurga con la punta del dedo el plástico helado que cubre a los pollos del Carrefour.
Mi problema no radica -en primera instancia- en qué y cómo responderle, sino en tratar de quitar de mi cabeza voladora la imagen de una hilera de pollos sufridos, inertes, con los ojos vendados, frente a un pelotón de fusilamiento.
Ante sus cuestionamientos, mis respuestas no se hacen esperar, casi siempre. Pensamos que cuando vino la pregunta de “cómo el papá le ponía la semillita a la mamá en la panza” (tenía tres años), la situación se nos iba a complicar demasiado, pero mi amiga Pamela –psicóloga- nos sacó las papas del fuego. Me sugirió: “Preguntale vos a ella: ‘¿Cómo creés vos que le pone la semillita’?” Santo remedio: ese día Julia me miró con una gran cara de obviedad, revoleó sus ojos negros y me contestó sin chistar: “Y, por el ombligo, mamá, ¿por dónde va a ser?”. Piuf, respiramos… Hasta que vuelva al ruedo. Pero ya será más grande y estará lista para nuevas respuestas.
Y ahí vamos…Como dice Cerati (¡Fuerza Gus!). No es tan complicado como creía, realmente. Y siempre estamos dispuestos a contestar para que ella (ellos próximamente) tengan un mundo mejor. Sin embargo hay preguntas que me carcomen las entrañas porque ni yo tengo respuesta. Y eso está cabrón.
"¿Porqué hay nenes pobres?" Me preguntó el otro día cuando bajamos a tomar el subte y vio a una familia durmiendo en la calle.
O cuando viajábamos en colectivo y subió un niño unos pocos años mayor que ella a vender estampitas. Entonces me preguntó: “¿Por qué trabaja ese nene?”
Está tan mal lo que ves, nenita. Así no deberían ser las cosas, nunca. Porque no tendría que haber chicos pobres, con frío y hambre. Menores que no tienen una cama limpia y caliente, ni papás sin trabajo ni mucho menos familias sin amor para crecer con la panza llena y el corazón contento. Tampoco tendría que haber niños que trabajen, explotados; ni chicos golpeados, ni abusados ni torturados….
Se lo gritaría en la cara, pero no puedo. Entonces ¿Cómo y qué le explico, carajo? Lo hago, en definitiva lo hago, pero se me hace un nudo en la garganta y tengo que aparentar optimismo, que todo saldrá bien y me cuesta mucho, muchísimo… Entonces intento salir ilesa pero, como dije, “casi” puedo…
En mi país faltan un millón de cosas para que las cosas medianamente funcionen, para que Julia y todos los chicos tengan un país mejor cuando sean grandes. Sin embargo hoy desperté optimista cuando supe que el Congreso Nacional había aprobado, mientras dormíamos, la Ley del Matrimonio Gay, porque considero que, como norma jurídica, significa Igualdad (¡con mayúsculas y en negritas!) y creo que es una forma de comenzar a hacer una nación que mira para adelante.
El tema fue, es y será debate, claro. Hoy mismo me pasó. Almorzaba con una compañera de trabajo, madre ella, preocupada por los gays (parecían acosarla en sus pensamientos, mientras surgían, como nunca, de hasta debajo de las piedras para casarse y adoptar niños repartidos como manojos de globos por jueces indecentes) y por las explicaciones que, como progenitora, deberá darle a sus hijas. Entonces pensé que, aunque trabajamos juntas, vivimos en la misma ciudad y en el mismo país, un universo cultural nos separa a su familia de la mía. Porque yo podré responder tranquila, segura, con los pulmones llenos de optimismo, cuando Julia me pregunte –si es que lo hace- porqué dos hombres se casan o porqué tal niño tiene dos mamás. Y le hablaré seguramente de la diversidad y de la igualdad, de derechos y obligaciones, mientras ella crece, yo crezco y rumbeamos juntas y de a poquito hacia un mundo mejor.

3 comentarios:

  1. Hermoso! Y como dice uno de los grandes, E.Galeano: "Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.".. que asi sea y siga siendo!
    Besos

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  2. Gracias, Cecilia...por tu cabeza, por tus palabras y porque este texto me reconcilia con la idea de que en ese bendito pais se evoluciona aunque sea de a poquito. Me hubiera gustado mucho, pero mucho ser el protagonista de este dia en tu blog, como me propusiste, pero llegue tarde a ver tus mensajes. Recuerdo que aqui, cuando se legislo el matrimonio entre personas del mismo sexo, la noticia paso sin pena ni gloria, en cambio me ha impresionado las reacciones y movidas que ha generado alli...Ufff, somos tan intensos para todo!!!! Espero que estemos a la altura y tengamos la responsabilidad y seriedad que todo esto conlleva. He pensado tanto estos dias sobre el compromiso! Salir del armario es ejercer tu sexualidad libremente, pero casarse es como dejar salir del armario a los sentimientos. Este era el titulo de mi historia. Ya tendremos tiempo de escribirla juntos. Te quiero. Y otra vez gracias

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  3. Dani, Miguel... Los dos tan lejos y yo con ganas de tenerlos tan cerca.. GRACIAS POR TANTO CALOR HUMANO, LOS QUIERO UN CHINGO!!! Miguelito, espero tu texto... :)

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