De cómo nos vemos cuando nos vamos y también cuando volvemos. Los que se quedaron dicen que somos los mismos pero no, estamos cambiados... Y ellos también. Reflexiones de una chica que volvió a su terruño pero que, sin embargo, sigue en tránsito perpetuo. En este espacio todo vale, menos quedarse quieto…

martes, 6 de abril de 2010

La mala palabra

Cuando Alejo Bayote se enoja, emerge de su capullo azul desgarrado, los ojos verdes se le inyectan de sangre, revolea los brazos y grita.
Y si está muy pero muy enojado suelta como un látigo una palabrota, de esas densas que aprendió en su tierra. Y ahí surge el problema.
¿Por qué?
Porque cuando insultamos, lo hacemos para lastimar al otro. Esa es la premisa. Y ese es el problema del yucateco. No hiere.
Su dilema comenzó cuando se fue a vivir a Argentina, hace ya diez años. Un día, discutiendo acaloradamente con su joven mujer sudamericana, Bayote se hartó y lanzó un gutural “Vete a la chingada”.
Su mujer lo miró, esbozó una sonrisa socarrona, se encogió de hombros y le dijo: “¿Y eso con qué se come?”
Entonces se dio cuenta de que estaba más solo que Adán en el Día de la Madre. Como balde de agua helada, le cayó encima su condición de migrante, de apátrida, de paria de la mala palabra; y sintió una necesidad atroz de juntarse con los suyos, aunque más no sea para insultarlos.
“¡¿Cómo le explico?!”, pensó Bayote, desesperado.
Entonces desempolvó su viejo baúl verde y del fondo sacó un libro que guarda –como todos sus libros- como una reliquia. Se llama “El laberinto de la soledad” y lo escribió un señor maravilloso que se llamaba Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura.
-Lee esto y después hablamos seriamente tú y yo- le dijo a la argentina y salió a la calle a morirse de frío. Afuera hacía 22 grados.
Cuando su esposa abrió el librito, vio que estaba marcado en la página 72, bajo el título “Los hijos de la Malinche”. Y desde ese momento ella amó a Paz.
“¿Qué es la chingada?”, se preguntó el Premio Nobel. Y se contestó: “Ante todo es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica (…). La chingada es la madre abierta, violada o burlada por la fuerza. El ‘hijo de la chingada’ es el engendro de la violación, del rapto, de la burla”.
Y como Octavio es un señor universal, le dio por su lado a la argentina, ignorante del insulto mexica: “En Chile y Argentina se chinga un petardo cuando no revienta, se frustra o sale fallido (…). Un vestido desgarrado es un vestido chingado”. La sudamericana respiró, no estaba tan errada.
Y ahí Paz le ofreció, servida en bandeja, la comparación con “su” propio insulto, el que ella y sus coterráneos usan habitualmente: “Si se compara esta expresión con la española ‘hijo de puta’, se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano es ser fruto de una violación”.
“Ups, esto es grave”, pensó la sudaca.
Y el Nobel continuó: “Cuando decimos ‘vete a la chingada’, enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas y gastadas (…). La chingada, a fuerza de su uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es nada”.
“¿Entonces adónde me envió este hombre de cabeza grande y mirada arrebatada?”, pensó la sudaca, envuelta en dudas. Porque cuando ella se enoja, envía a alguien a un lugar determinado. Por ejemplo, si es un insulto liviano el que eyecta de sus labios, manda a alguien “a freír churros”, lo cual no es grave. Ahora, si se enoja en serio, lo envía directamente “a la mierda”, un lugar sucio, con olor feo, realmente desagradable.
La argentina pensó, pensó y pensó hasta que se aburrió. Entonces se hizo mate, encendió la tele y sintonizó Seinfeld, una de sus series favoritas.
Cuando Alejo Bayote se cansó de caminar y tener frío, regresó. Pensaba encontrar a la sudamericana envuelta en lágrimas, con un perdón a flor de piel.Pero no.
-Hola, ¿querés mate?- le dijo ella, sin mea culpa.
“¡Qué horror!, que mujer insensible, ¿qué hay que hacer para lastimarla con la palabra?, vivo con Medusa”, pensó él, mientras observaba con asco el líquido verdoso y humeante que ella le ofrecía y que él sabía que le quemaría las entrañas.
-No, no quiero- dijo Bayote, rotundo. Y se animó a preguntar:
-¿Leíste lo que te di?
-Ah, sí, Octavio Paz, qué maravilla. Gracias por compartirlo conmigo…
-Pero…
-¿Pero qué?
-¿Y la chingada?- cuestionó, sin preámbulos.
-Ah, eso, sí…Estuve un rato allá, al lugar remoto donde me enviaste cuando te enojaste. Pero como no había nada me aburrí y regresé ¿Querés ver la tele?
Como un castillo de naipes, el mundo de Bayote se desmoronó. Y tuvo un soponcio por primera vez en su vida. Cuando despertó sabía que todo sería inútil si quería continuar su vida con esa mujer y, peor aún, en el país donde ella vivía. Tenía que empezar de cero, aprender de nuevo la mala palabra, en definitiva: reinventarse.
Después de tres mates que le quemaron las tripas, Alejo sin mirarla, le preguntó:
-¿Me harías una lista de malas palabras argentinas? Creo que voy a necesitarlas.
Ahora Bayote ya está actualizado y sabe perfectamente qué, cuándo y cómo decir cuando quiere lastimar con la palabra a un argentino/a. Sin embargo, cuando se enoja y le entra la nostalgia, se encierra en la cocina con el gato Marty –a quien no le tiene mucho cariño- y le suelta una sarta completita de insultos mexica-yucateco-mayas. El gato blanco y negro se queda mirándolo, impávido; y Alejo siente que, por dentro, Marty está hecho trizas. Y lo mejor de todo es que siempre –indefectiblemente- el yucateco tiene la última palabra.

6 comentarios:

  1. O sea que resultaste más chingoncita que el yuca eeeh!!??? Tendré cuidado con las sudacas ja ja

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  2. "Ajá que la chingada, le chingo y le re chingo, con tanta chingadera me chingan de hace un chingo, chinguero de chingados chingándole a la chinga, y un hijo é la chingada nos para una re chinga...". Es parte de una canción de Botellita de Jeréz, paisanos tuyos, que me cautivó... Si podés escuchala.... Se llama "El labertinto de la soledad capítulo IV". UNA MASA.

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  3. ay ceci!!
    es maravilloso..
    nos estuvimos riendo muchisimo con Gabi
    puedo recrear en mi cabeza las caras y los gestos..
    es genial!!
    Agus

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  4. Jajaja, el lenguaje significa poco cuando la intencion es lo que cuenta

    Saludos

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  5. Te banco Ceci! Te banco! Que lindo leerte y saberte feliz haciendolo! Gracias x acercarme BsAS con tus palabras! "dentro del pecho pide rienda el corazón"!
    Besos, y hasta la prox!
    D

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